MANIFESTACIÓN ESTE JUEVES 3 DE MAYO A LAS 6 EN LA PLAZA DE LA MERCED Y HUELGA UNIVERSITARIA EL 16 DE MAYO CONTRA LOS RECORTES

VIVA LA INTELIGENCIA

PEDRO GUERRERO RUIZ
Cuando en un acto público de la nefasta conmemoración del Día de la Raza, el 12 de octubre de 1936 y en la Universidad de Salamanca, el rector, don Miguel de Unamuno, habló para contestar el discurso violento del profesor Maldonado, alabado con vivas del general fascista Millán Astray con gritos a una España grande y libre, contestó Unamuno: «A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia (…) Éste es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho». Millán Astray no pudo contenerse por más tiempo y, con rabia, gritó nuevamente aquel «¡Mueran los intelectuales! ¡Viva la muerte!», que fue coreado por los falangistas y legionarios presentes.

He pensado en aquel desprecio a la cultura en estos días de tremendos actos y normas contra la inteligencia, cuando varios alcaldes de la derecha más cerril han quitado los nombres de las calles a los que han llamado «desconocidos por el pueblo» y «poetas rojos», como Rafael Alberti, Miguel Hernández o Pablo Neruda, representantes de la mejor literatura en lengua castellana, reconocidos en investigaciones, tesis doctorales y estudios rigurosos de todo el mundo. Es por eso que, tomado el pulso del país, recuerdo entre los gobernantes entre aquel «mueran los intelectuales», porque se retoman los bríos contra quienes nos dieron la más sobresaliente poesía universal. Es buena hora de que, a pesar de la existencia aún de calles con nombres como el mismo Astray, Queipo de Llano o Sanjurjo y tantos y tantos otros militares golpistas, no dejemos pasar como una anécdota las intentonas de estos ´golpes´ culturales de un analfabetismo militante inflamado por la necedad manifiesta.

Han pasado muchas cosas para que se repitan aquellos gritos contra la inteligencia, pero están retornando en los tiempos que corren aunque ya no sean gritos de golpistas, sino que ahora llevan el sello de alcaldes y del BOE, en forma de decretos que intentan desmantelar no sólo la cultura creativa sino la enseñanza pública.

El ataque más reciente se ha llevado a cabo contra la educación y contra las universidades públicas. Cuando la Universidad ha dejado de ser para el Gobierno un lugar sagrado, como diría Unamuno, donde se conciertan enseñanza e investigación, la legislación que se está desarrollando por el más incapaz de los ministros de Educación, el más inepto y reaccionario que ha tenido la historia de la democracia española, precisamente ahora, habrá que decirle, y en serio, a esta derecha cerril que nos gobierna, la importancia de la inteligencia, de la cultura, del I+D+i, para que no se desprecie la ´autonomía universitaria´ que es un derecho fundamental descrito en la Constitución, en las leyes educativas que la desarrollaron y, por si cupieran dudas, en la reciente resolución del Tribunal Constitucional.

Manifiesto mi terrible tristeza cuando un vicerrector me comentó que la Universidad de Murcia había sido intervenida por la Comunidad Autónoma. Sentí un dolor emocional intenso que me recordaba aquel exabrupto de Millán Astray. Y no sólo por la autonomía universitaria y su intrínseco valor moral y cívico, sino por lo que podría representar el exilio científico de buena parte de sus investigadores, la expulsión del sistema docente de profesorado demostradamente capacitado, la exclusión de alumnos por la subida de tasas, por el atentado que suponen las contrarreformas del Gobierno. El ataque a la cultura, llámense poetas o universidades públicas, está en el ámbito del mismo desprecio, y es tan feroz que conviene contestar no sólo con frases como «así no se hace», «hay desconfianza entre el profesorado», o «es necesario el diálogo», como ha dicho la Conferencia de Rectores (CRUE), sino como aquel rector de Salamanca, Unamuno.

En este sentido, advertimos que no nos dejaremos someter por decretos y normas que retrocedan los derechos de una institución pública de prestigio y calidad como es la Universidad de Murcia. Y esa tristeza o desasosiego que podamos padecer no nos dejará en el silencio, sino que, sabiendo como el poeta Blas de Otero que «nos queda la palabra», apoyaremos a las autoridades universitarias que luchen abiertamente contra este golpe a la inteligencia y nos manifestaremos unidos. Porque todos, alumnado, personal de administración y servicios y profesorado, iremos a una huelga general y mucho más allá, si fuese necesario, hasta el final de la batalla contra este absolutismo de la incultura, luchando por el valor más preciado de una sociedad: el derecho a una educación de calidad y a la investigación, en una autonomía universitaria por la que no pasarán ni ministros, ni consejeros ni lacayos del sistema que, tratando de destruir la calidad democrática, no tienen ningún interés social, como bien ha señalado Todorov.